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noviembre 26, 2010

Comiendo Gallina..

A las siete de la noche, más o menos, era la hora para que el novio visitara a su novia para “comer gallina”, expresión utilizada para describir el espacio de tiempo en que las parejas enamoradas conversaban en la sala del hogar y se daban un par de besos, si la madre les daba chance. Cuando los padres no estaban en la casa dejaban un sustituto que era una hermanita o una tía. Eso sí, a las diez de la noche era la hora pico para despedirse.

Siempre la madre tomaba por excusa bordar o tejer en una mecedora, con sus lentes a mitad de la nariz y mirando por encima de ellos para “por si acaso….” El novio siempre se sentaba en un sitio fijo, desgastando la colcha-espuma del sofá, situación esta que no le gustaba a los familiares, porque muchas veces duraban de amores dos o tres años, terminaban y lo único que el novio dejaba de recuerdo era el hoyo en el asiento, pero había que aceptarle el noviazgo a la muchacha porque no la dejaban salir.

La única esperanza de sentirse libre y sin presión en esos tiempos era la fiestecita del vecindario o en los clubes sociales de los pueblos y muchas veces se asistía con chaperona.

En estos tiempos parece que la relación de pareja es algo normal y ya no comen gallina, comen pavo, guinea, avestruz y hay menos matrimonios, porque existe menos responsabilidad, cada cual en su casa y viven un noviazgo eterno sin compromisos, pero emocionalmente pobre de afectos. Además, las mujeres enseñan tanto, la moda está tan y tan descubierta que al hombre no le da sorpresa nada, todo se enseña, existe un desespero por mostrar lo que tienen y si no tienen hacen lo imposible por ponerse “alguito” para llamar la atención y estar “interesantes” y al tener la estima en el suelo compiten con ellas mismas y lo que se llevan son frustraciones, porque no piensan en su belleza interior, que no se ve pero se siente.

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