El rescate de los mineros chilenos ha sido emocionante y se ha vivido como una pieza de tele realidad, entre la crudeza de la vida cuando se pone peligrosa y el show de un programa de televisión que engancha y en el que todos quieren salir. Con reparto de premios al final.
Se adivinan las estrategias de marketing de los políticos, se desnudan los dramas cotidianos de la vida íntima de las parejas, se pide matrimonio, nacen niños, hay motines y promesas. Se pone en marcha el mundo del espectáculo. La vida imita a la televisión cuando la televisión se empeña en captar segundo a segundo la vida.
Ya no son mineros, son héroes, hiperfamosos a escala planetaria. Nos olvidaremos de sus nombres y de sus caras antes de que termine la semana, como ya nos olvidamos de Haití y antes del tsunami y mucho antes de otras tragedias. Sólo la imagen de las Torres Gemelas heridas y muertas el 11 de Septiembre se nos quedó grabada por meses, incluso años. Ahora arranca el merchandising, camisetas, libros, llaveros y cachuchas.
Canales de todo el mundo retransmitiendo en directo un rescate impecable.
El hombre y las máquinas ya pueden con todo, incluidas las entrañas de la tierra. La vida será mejor para algunos de ellos. A otros, dicen los psicólogos, les costará asimilar que estuvieron a punto de morir, resistieron como sólo los mineros son capaces, filmaron El Rescate La Película... y al salir sólo estaba la vida real.
0 comentarios:
Publicar un comentario