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abril 16, 2011

Rumbo a ninguna parte...

Unos que vienen y otros que van. Sensaciones y sentimientos de quitar o poner, de ahora sí y ahora no.

Los hechos son continuos y cíclicos, se repiten siempre por mucho que nos pese: cuando creemos estar en la línea recta y conocer más o menos con precisión el camino, algo o alguien llega, nos distrae un momento, nos cuenta una historia, nos hace cambiar de opinión, nos muestra otros mundos y a la vuelta a nuestro camino original ya no sabemos cuál era el rumbo, si era el correcto y ni siquiera si esa ruta nos llevaba a dónde queríamos ir o peor, si queríamos ir a dónde ese sendero nos llevaba.

Y la gracia es esa: perderse, encontrarse, buscarse.

Creo que lo mío es la insatisfacción perpetua, la mayor de las infelicidades. Y no sé por qué pero al mismo tiempo y con toda mi alma me siento increíblemente afortunado de la vida que me ha tocado, de lo que he recibido sin motivo aparente y de todos aquellos que aún conociéndome, siguen a mi alrededor. Las demás circunstancias, coincidencias o situaciones favorables de la vida cotidiana vienen de la mano de la fortuna, muchas otras hay que buscarlas, provocarlas y forzarlas. La suerte disfrazada de azar está ahí, pero hay que llamar al timbre para ver si abre la puerta.

Este pretendía ser un tema concreto, tangible, con datos, hechos, nombres, lugares, números y afirmaciones. Un post de verano, de vida y suspiros cálidos. Pero me volvió a salir uno de esos que vienen cuando la mente, perdida, trata de encontrarse buscando explicaciones y porqués razonables a cosas que no siempre los tienen.

Ahora iré al rincón más profundo de mi, no a buscar la razón, pero sí a empaparme un poco de conocimientos, experiencias y cultura; todas esas cosas que después que te enriquecen como persona y te hacen ser tan libre, que llega un momento que eres de todo menos eso.


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