Quizás sea injusto cargar esa responsabilidad a los medios de comunicación por el simple hecho de divulgar las cosas que suceden en torno a estos dos personajes envueltos en actividades de una red de narcotraficantes que opera en la región y en los Estados Unidos.
Algunos se llevan las manos a la cabeza por las cosas que ven. Esos que así están reaccionando parecen exigirnos que condenemos a estos personajes con los más severos juicios, excluyéndolos de los espacios noticiosos. Sería como hacer que no existieran. Sin embargo, es muy poco probable que podamos hacer eso desde los medios de comunicación, sobre todo porque hay entre las noticias y los hechos una relación unívoca. Los medios no hacen la realidad, se nutren de ella, nos guste o no las cosas que podamos encontrar.
Vivimos sin querer darnos cuenta de lo que está pasando y sin reaccionar frente a ello, y quizás por eso quedamos sorprendidos cuando muchos reservan compasión y simpatía con estos personajes relacionados con las prácticas del bajo mundo. Ignoramos la inequidad social en que vivimos y nos sorprendemos de las consecuencias que eso genera.
Esta sociedad ha estado plagada de malos ejemplos, en que la corrupción, el crimen y la impunidad han sido las normas. En el fondo, mucha de la gente que simpatiza con estos personajes no ve más bondades entre quienes los juzgan. El enriquecimiento ilícito es algo normal en nuestra sociedad.
Foto de Dulce Martinez Rojas
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